Mi mayor reto en el postparto ¡Los límites!

Mi mayor reto en el postparto ¡Los límites!

Si me preguntas cuál ha sido mi mayor reto en el postparto, te respondería en automático que ha sido la gente, pero me quedaría corta en mi respuesta. La realidad es que no ha sido la gente, ellos me han mostrado que aún, en algunos momentos y con ciertas personas, me cuesta poner límites de manera amorosa. Quizás para “no incomodar”, pero si voy más profundo diría que para no enfrentar mis propios miedos ante la respuesta del otro, el posible rechazo o enojo, por ejemplo. Con la llegada de mi hija todo ha cambiado, cuando mi falta de límites se traduce en sufrimiento para ella, sencillamente no lo tolero. Así que gracias hija por mostrarme aquellas partes de mi que aún necesito trabajar, y por entregarme la valentía para hacerlo. Resalto también la importancia de la autocompasión en este proceso, porque no sería justo conmigo juzgarme por cada tropiezo, yo conozco mi historia, mis heridas y sé que esta dificultad tiene su razón de ser, sé que detrás de ella está mi niña interior que aún necesita ser maternada en ciertos momentos. Y eso si que ha sido retador, darme el permiso de equivocarme con amor. No es fácil porque siempre deseo el mayor bienestar para mi hija y cuando veo que mis heridas me impiden cuidar de ella como ella lo necesita, me doy muy duro y allí hago el llamado consciente para tratarme con tantísimo amor como le trato a ella.

Soy consciente de que hay personas con quienes se me facilita más poner un límite, por ejemplo con mi esposo y mi mamá. Son ellos personas por quienes me siento profundamente amada y ese amor me da la seguridad que necesito para ser 100% yo, mostrando lo que necesito y cómo me siento momento a momento. Pero hay otras personas con quienes me resulta más retador, quizás justamente porque son relaciones en las que no me siento del todo segura y que requieren aún de construcción consciente. Sé que este tema de los límites nos resulta retador a muchas, quizás porque aún persiste una cultura machista en donde se le enseña a la mujer a ser sumisa, quizás porque crecimos en una crianza autoritaria en la que “se hace lo que yo digo porque yo lo digo” y sin importar lo que estábamos sintiendo teníamos que obedecer para evitar el maltrato físico o psicológico, quizás porque se nos enseñó que las emociones del otro eran nuestra responsabilidad con frases como “sino te comes todo mamá se pondrá muy triste” o “si viste, ya enojaste de nuevo a tu papá, por tu culpa no iremos de paseo”. Recuerdo por ejemplo tener que saludar a todos de beso aún cuando mi cuerpo me gritara que no lo hiciera porque “así lo hacían las niñas educadas”. Y así, crecimos siendo abusados y silenciados, distanciándonos de nuestras necesidades y silenciando nuestros propios límites. y ¡Ojo! Estoy ABSOLUTAMENTE segura de que nuestros padres nos entregaron lo mejor de ellos y que además ellos mismos tuvieron que romper con muchísimos patrones de su propia crianza para ofrecernos una crianza diferente, así que no les juzgo ¡para nada! Ahora como adultos es nuestra responsabilidad ofrecernos aquello que nos hizo falta, sanar, para poder así, romper patrones intergeneracionales y darle a nuestros hijos la crianza que nosotros hubiéramos querido recibir.

También hay muchas otras posibles razones de por qué nos puede costar poner límites. Por ejemplo, si cuando eramos niños en nuestra casa había violencia lo más probable es que hayamos aprendido a cómo evitar esa violencia y puede ser justamente siendo “obedientes al otro” y desobedientes a nosotros mismos. Puede ser también que haya habido personas enfermas y entonces ese pequeño aprende a cuidar de otros cuando es él o ella quien necesita ser cuidado/a. También puede haber casos de alcoholismo que hayan obligado a ese pequeño a cuidar del otro a pesar de su violencia, malos tratos… En fin hay muchas razones por las que podemos haber aprendido a NO poner límites como una manera de haber sobrevivido a la familia o contexto en el que crecimos. Así que más allá de encontrar culpables en nuestra historia, reconocer nuestras raíces nos permite observarnos con amor, reconectarnos con nuestro niño interior para ofrecerle aquello que aún hoy en día necesita y así tratarnos con compasión.

Lo importante es entonces qué hacemos ahora, cómo podemos ir dando pequeños pasos para sintonizarnos con nuestras necesidades y nuestros límites. Para mi un punto clave es reconectarnos con nuestras emociones, son ellas nuestra brujula, aquellas que nos guían hacia la vida que realmente deseamos y es importante sentir TODAS las emociones porque cada una tiene su función. La rabia por ejemplo nos suele avisar que hay un límite muy importante para poner y generalmente sino lo ponemos viene el resentimiento. Es una realidad que en el postparto me he sentido muy LEONA y a veces me ha dado miedo poner un límite porque siento que quizás lo pondré de manera agresiva, sin embargo, al no ponerlo, una y otra vez con la misma persona empiezo a sentir el conocido resentimiento. Por eso, tanto se nos repite que los límites son amor, porque cuando realmente las relaciones nos importan necesitamos expresar nuestros sentimientos y pensamientos para que haya claridad, franqueza, para que estén claras las reglas del juego y se forje una relación genuina. Pues bueno, mi hija me ha impulsado a ello ¿Fácil? Para nada, pero me motiva ser un ejemplo para ella, que ella vea como me respeto con cada una de mis decisiones.

Quiero cuidarla, respetarle y para ello hemos tenido que poner muchos límites. Por ejemplo, si llega una visita y ella está dormida, claramente no le despertamos; si ella está cansada porque ha recibido muchos estímulos (ej. muchos ruidos, personas, etc.) nos vamos del lugar o buscamos un espacio de calma…Es dificil porque socialmente no se tiende a respetar al bebé en muchísimos momentos, por ejemplo, en muchas consultas médicas se ha naturalizado el llanto y aún cuando el bebé llore, grite, patalee, nadie se detiene para atenderle, ¿haríamos lo mismo con un adulto? Claro que no, pero si lo hacemos con los más indefensos. En muchos momentos, pareciera como si los bebés fueran nuestros pequeños muñecos, les vestimos como nos gusta aunque no sea cómodo para ellos, les pedimos que hagan sus siestas en medio de la bulla mas terrible aunque para nosotros sería imposible, les damos más alimento del que ellos mismos tomarían para que duerman más, le pasamos de mano en mano según nuestro antojo…

En medio de todas estas ideas, poner límites amorosos para cuidar de mi bebé, de mi familia y de mi, ha sido mi mayor reto desde el nacimiento de mi hija. Sigo creyendo que el postparto es una oportunidad para expandir nuestra consciencia, para observarnos y conocernos más a profundidad. Siento que mi hija es una INMENSA motivación para seguir evolucionando y sé que mientras realice los ajustes que mi alma me está pidiendo no será necesario llegar al dolor por eso no estoy de acuerdo en afirmar que siempre el postparto será doloroso, no lo creo. El reto está en estar presentes, escucharnos y desde allí, elegir. Elegir el amor siempre me llevará a más amor y es lo que más anhelo. Seguiré creciendo en amor, retándome a poner esos límites donde más me cuesta pero no desde la exigencia sino desde una mirada autocompasiva que me permite equivocarme sin culpas. Quiero que también mi hija aprenda esto, a no tomarnos tan en serio, a reírnos y a jugar más, a equivocarnos sin dramas y a crecer desde el amor…y si ¡los hijos son un tremendo propulsor de crecimiento personal! ¡Gracias hija!

Deja un comentario